Los ascensores han recorrido un largo camino desde sus humildes orígenes hasta convertirse en una pieza clave de la movilidad urbana y la accesibilidad. Si hoy en día los damos por sentado, es porque su evolución ha sido constante y asombrosa.
En Ascensores Pertor, entendemos que detrás de cada viaje vertical hay décadas de avances técnicos, mejoras en la seguridad y una apuesta firme por la innovación. Por ello, queremos que hoy nos acompañéis en este recorrido histórico para conocer cómo el ascensor ha pasado de ser un simple aparato mecánico a una herramienta inteligente al servicio de las personas.
El concepto del ascensor no es nuevo. Ya en la antigua Roma, se utilizaban sistemas de poleas y contrapesos impulsados por esclavos o animales para elevar materiales en las construcciones.
No fue hasta el siglo XIX cuando empezaron a aparecer los primeros ascensores pensados para personas. En 1853, Elisha Otis revolucionó la industria al presentar un sistema de seguridad que impedía que la cabina cayera si el cable se rompía, una innovación que sentó las bases del ascensor moderno.
Estos primeros elevadores eran impulsados por vapor, hidráulica o manivelas, y funcionaban mediante mecanismos rudimentarios que requerían un operario. El uso era limitado y muchas veces reservado a edificios industriales o viviendas de la alta sociedad.
A finales del siglo XIX y principios del XX, la llegada de la electricidad marcó un antes y un después. Los ascensores eléctricos permitieron mayor velocidad, capacidad de carga y un uso más generalizado. Los edificios comenzaron a crecer en altura y, con ellos, la necesidad de ascensores eficientes y seguros. El diseño también evolucionó: las cabinas se volvieron más elegantes, y los botones sustituyeron a los operadores.
En España, muchas de las comunidades antiguas instalaban ascensores básicos, con escasa accesibilidad y sin foso a nivel de calle. Aunque funcionales, estos equipos no respondían a las necesidades actuales de movilidad y seguridad.